Pedro Víllora es escritor, periodista y profesor de teoría de la literatura y del teatro. Además de sus obras propias, ha estrenado adaptaciones de clásicos españoles (“La vida es sueño”, “La dama duende”…), extranjeros (“Casa de muñecas”, “Tartufo”…), zarzuela (“Agua, azucarillos y aguardiente”, “Revoltosa’69”…), musicales (“Into the Woods”, “Excítame”…), así como versiones de Emilia Pardo Bazán (“Insolación”), Galdós (“El caballero encantado”) o Gómez de la Serna (“La sagrada cripta de Pombo”).
Ha sido becario de la Academia de España en Roma, vicedirector de la Real Escuela Superior de Arte Dramático y ha recibido la Medalla al Mérito Cultural de Castilla-La Mancha, entre otros galardones. En 2022 ha publicado “Calipso y los hombres”, ha estrenado “El amor… Falla”, “María Callas, sfogato” y “Los chicos del coro”, y es asesor de dramaturgia de Declan Donnellan en “La vida es sueño”.
«Escribir es un trabajo como otro cualquiera y se trata de hacerlo lo mejor posible, como cualquier otro trabajador.
Pedro Villora
En el año 2022 escribes la dramaturgia de: “El amor…Falla”, ¿qué nos puedes contar de ella?
Es un proyecto que he hecho con el director Alberto Frías, que también acaba de dirigir “María Callas, sfogato”. En el caso de “El amor… Falla”, es un acercamiento al periodo en que un joven Manuel de Falla vivió en Francia, adonde fue tras fracasar en su intento de estrenar “La vida breve” en España. En la primera parte del espectáculo, se intercala el monólogo de Falla con algunas de sus canciones interpretadas por Diana Navarro, hasta llegar al momento en que debe regresar a España con el inicio de la Primera Guerra Mundial y entonces se incluyen un par de sus canciones antibélicas de la época. La segunda parte es “El amor brujo”, donde recuperamos la estructura y los textos de la versión original, interpretados por Diana Navarro, y he hecho una dramaturgia para narrador que elimina al resto de personajes. “El amor… Falla” y “María Callas, sfogato” tienen cierta relación: en la primera vemos a un artista que desea triunfar y está a punto de hacerlo, mientras que en la segunda asistimos al crepúsculo de una artista que ha conocido el mayor de los éxitos, pero también la decadencia.
También en el año 2022 se publica tu obra “Ofelia”. Cuéntanos un poco sobre el proceso, escritura, editorial, traducción, público, etc.
“Ofelia” es una obra sobre abusos en el ámbito universitario.
La muerte de una doctorada en traducción conduce a un enfrentamiento entre su director de tesis y su novio. Hay razones para pensar que ambos han abusado de ella, y el conflicto se da entre reflexiones sobre el teatro shakespeariano, la teoría de la traducción y la historia del pensamiento teatral y estético. La obra se publicará en otoño en la editorial Sial Pigmalión y ha sido traducida al griego, inglés y serbio.
Otro de tus trabajos recientes es la adaptación de “Los chicos del coro”, ¿cómo fue la experiencia?
Me apasiona el teatro musical, así que pocos proyectos me podían alegrar tanto como este. Me he inspirado en la película de Christophe Barratier, que a su vez partía de otra de 1945: “La cage aux rossignols”. Barratier ya había hecho una versión teatral muy fiel a su guion, pero en esta ocasión hay más cambios, con canciones y personajes nuevos. He hecho letras en español para las canciones de la película y aparte hay canciones hechas a propósito para el musical. Es un trabajo que tiene mucho que ver con “El amor… Falla” y “María Callas, sfogato”, porque también hay aquí una reflexión acerca del arte y su papel en la educación y formación de los individuos y de la sociedad.
Has escrito teatro, poesía, narrativa, ensayo, ¿dónde te sientes más cómodo?
Me da igual el género o el formato. Nada es más fácil o más difícil que otra cosa. Cada uno tiene sus exigencias, pero también sus compensaciones. Escribir es un trabajo como otro cualquiera y se trata de hacerlo lo mejor posible, como cualquier otro trabajador.
Te han dado hace poco el premio “Internacional Teatro Esquilo” por tu obra “Ofelia” y por todo el conjunto de tu obra dramática. ¿Qué importancia tienen para ti todos los premios que has recibido?
Los agradezco mucho. Cuando era veinteañero los premios me permitían evitar caer en la frustración de no estrenar nada. La falta de reconocimiento por un lado la compensaba por otro. Por eso animo a los jóvenes a que se presenten a todos los premios que puedan, porque son un medio para darse a conocer, pero sin verlos como un fin en sí mismos. Entiendo que, salvo excepciones, no se escribe para ganar premios, sino para que te lean y, si los premios te lo facilitan, bienvenidos sean.
Recientemente, por ejemplo, el Ministerio de Cultura ha dado el segundo Premio a los Libros Mejor Editados del año a “Hércules 1417”. Ahí no se está premiando mi texto, sino el trabajo conjunto de todos los que hemos hecho el libro: el ilustrador Das Pastoras, el diseñador gráfico Cristo Aleister, el director de Nuevo Nueve Editores, Ricardo Esteban, y el editor José Villarrubia, de quien partió la idea de hacerlo. El premio sirve para llevar el libro a la feria de Francfort y a varias exposiciones internacionales, y para que Nuevo Nueve reciba más atención de cara a subvenciones y proyectos. No recibimos dinero directamente, pero sí promoción y, con suerte, lectores, y eso es importante.
¿Cuánto puede cambiar un premio a una persona?
Mal gestionado te puede volver tonto, o más bien confirmar la tontería que ya tenías antes y que quizá no se notaba tanto.
No eres mejor escritor por recibir premios: simplemente has tenido la suerte o la habilidad de estar ahí cuando hacía falta. Por otra parte, en España se otorgan tantos premios que casi lo más raro es no tener ninguno.
Tus espectáculos han recorrido Berlín, el Teatro Piccolo de Milán, Toulouse, Mérida, Almagro, etc. ¿Alguna anécdota de todos esos templos teatrales?
Cada experiencia da para mil anécdotas, pero el resumen es que no se es más ni menos por estrenar ahí que en una sala alternativa o un centro cultural de barrio.
Todo es valioso. Este año, por ejemplo, he escrito un libreto de ópera breve para el trabajo fin de curso de un jovencísimo estudiante de Composición del Conservatorio, Sergio García. “Tren de cercanías” se ha hecho solo dos días en la Escuela Superior de Canto, pero para mí no es menos importante que haber hecho “El amor… Falla” en el Auditorio Nacional. Para mí no hay trabajos mayores y menores, sino resultados mejores o peores.
Y aun así tienes tiempo para la docencia, ¿cómo de compatible es con tu ritmo artístico?
El horario de las clases me impide dirigir tanto como querría. Este año solo he podido dirigir un cortometraje en un fin de semana. Por eso escribo tanto, dado que me puedo hacer mi propio horario al margen de las clases. Pero echo mucho de menos tener más tiempo para la dirección. Si no diese clases quizá escribiría menos y dirigiría más, y la verdad es que lo estoy pensando. Lo que pasa es que el contacto con los alumnos me sigue apasionando, porque es una suerte enorme poder trabajar con artistas jóvenes llenos de vida y de ganas.
También eres coleccionista de arte. ¿Qué te llevó a coleccionar obras? ¿Qué obra resaltarías de tu colección?
Colecciono obras vinculadas con el teatro o con la literatura; es decir, figurines, escenografías y dibujos y pinturas de escritores o de intérpretes. Nada de lo que tengo es económicamente valioso, pero sí hay piezas a las que tengo mucho cariño: un par de esculturas de Ana María Matute, algún dibujo de Terenci Moix o de Emilia Pardo Bazán, acuarelas de Analía Gadé, cuadros de Nati Mistral o Mary Carrillo, diseños de Burmann, Vitín Cortezo, Pepito Zamora, Álvaro Retana, Adrián Gual, Miguel Narros, Javier Artiñano, Leonor Fini, Paco Nieva, Victorina Durán, Emilio Burgos… Comencé sin pensarlo, y de repente me di cuenta de que se había convertido en una afición. También es una manera de rescatar piezas que, por estar hechas en papel y tener una finalidad utilitaria y no artística, han sido muy poco valoradas y a veces me las he encontrado literalmente tiradas en el suelo.
¿Qué opinas del hecho de que la filosofía haya desaparecido en las aulas?
Opino lo que cualquiera: una desgracia encaminada a potenciar el pensamiento único.
Sara Montiel.
Fue una enorme sorpresa cuando me pidió que escribiese sus memorias porque yo no era fan de ella, y es que precisamente eso era lo que ella quería: una mirada joven, desprejuiciada y no complaciente. Descubrí a una mujer tan inteligente como divertida y a quien siempre estaré agradecido. El recuerdo de sus últimos años no debería ocultar la enorme importancia de su trabajo y de su persona durante tantos años.
María Callas.
Me apasiona escribir sobre grandes artistas y pocos hay tan grandes en su terreno como Callas. Investigar su vida, leer sus cartas y acercarme a su mundo para sintetizarlo en apenas hora y media de espectáculo ha sido un regalo.
La música es otra de tus pasiones, ¿en qué estilo te sientes más cómodo, y por qué?
Mi sueño sería componer boleros porque en el fondo soy un romántico.
Visitas con frecuencia tu pueblo, La Roda (Albacete), ¿prefieres la ciudad o el pueblo?
Me siento cómodo en todas partes. En La Roda están mis raíces y en las ciudades encuentro casi todo lo que me gusta: museos, barrios históricos, monumentos.
Me encantaría vivir en una ciudad pequeña, monumental y cercana al campo y los bosques, como León, Zamora, Soria, El Escorial, Cáceres…
Algún rincón donde te apartes para escribir, ¿o lo haces en tu estudio?
En casa tengo una habitación con todo lo que necesito: libros y conexión a internet.
Un lugar para perderse y desconectar del mundo.
Ríos, campos, bosques…
Vuelven los nazis y comienzan con la quema de libros, tienes el poder de escoger uno, ocultarlo y salvarlo, ¿cuál sería y por qué?
Salvaría la Enciclopedia Británica, para tener algo de recuerdo del pasado y estímulo del porvenir.
La religión es…
Una manera de acercarse a las necesidades y los deseos inmateriales. Me interesan mucho las religiones.
El teatro es…
Un entretenimiento para algunos, un aburrimiento para otros, un estímulo para unos pocos, una antigualla para los demás.
Unas palabras para los lectores de nuestra revista.
Gracias por su atención.
Una entrevista de Luisje Moyano.
para «Los Putrefactos«