Mar Horno García, nace en Torredonjimeno (Jaén).
Trabaja como documentalista audiovisual en Canal Sur.
Se adentró en el mundo del microrrelato en 2011, género en el que ha destacado con multitud de premios. En 2012 publicó su primer libro de microrrelatos, “Precipicios habitados”, que quedó entre los cinco finalistas de los Premios de Narrativa “Ciudad de Alcalá” del Ayuntamiento de Alcalá de Henares (Madrid).
En febrero de 2022 publicó su segundo libro, “Náufragos del Océano Índigo”, que ha sido finalista del Premio Setenil al mejor libro de relato publicado en España en 2022.
En 2023 publicará su primera novela, un libro infantil que reúne todos los elementos fantásticos que caracterizan su escritura.
«Es la propia historia la que me sopla al oído el desenlace que quiere tener»
MAR HORNO
Ganadora de varios premios por tus relatos, ¿cuál es tu técnica para escribirlos?
Yo aprendí a escribir microrrelatos en el Taller de escritura creativa de Clara Obligado, uno de los mejores de España. Y lo que me enseñaron allí lo he ido puliendo a lo largo de 13 años.
La idea básica es que un microrrelato es un texto breve que cuenta una historia, es decir, tiene que tener un comienzo, un conflicto y un desenlace, y además suele tener un final que sorprende al lector. Si no cuenta una historia, no es un microrrelato. Cuenta algo muy pequeño pero de significado muy grande.
La idea de un microrrelato surge donde menos lo espero. Cualquier hecho de la actualidad: una imagen, una conversación, una canción… pueden ser el detonante de una historia en mi cabeza. Luego intento darle la vuelta, contarla de otra manera.
Nadie quiere leer lo mil veces contado.
Intento sorprender al lector a través del surrealismo, el realismo mágico, la fantasía, las metáforas y hasta el absurdo. Me gusta sacarlo de lo cotidiano, de su zona de confort y sorprenderlo. A mí casi nunca se me ocurre una historia cerrada. Me asalta una idea y luego la voy trabajando a lo largo de los días. Es la propia historia la que me sopla al oído el desenlace que quiere tener. Sin duda soy una escritora de brújula.
Cuéntanos qué nos podemos encontrar en “Náufragos del Océano Índigo”
Náufragos del Océano Índigo es mi último libro, y es un libro de microrrelatos.
Hay 108 relatos independientes entre sí en cuanto a temática. Allí encontraréis historias marinas, terrestres y hasta lunáticas.
Yo tengo obsesión por el mar y el libro tiene muchos relatos relacionados con naufragios, islas, piratas, sirenas, caracolas, ahogados, mensajes en botellas, etc. Estas historias dan nombre al libro “Náufragos del Océano Índigo”. Hace referencia a que “náufragos” somos todos nosotros, en esta sociedad en la que nos ha tocado vivir, llena de prisas, problemas y obligaciones.
Todos intentamos agarrarnos a algo que flote para sobrevivir al oleaje. Hay gente que se agarra al amor, otros al dinero, al trabajo… Yo creo que la literatura puede ser también una buena isla donde recalar. Ese “océano índigo” es una metáfora de mi propio mar de historias, de mi mundo literario. De ahí el título.
Pero también podemos sumergirnos en otras historias: de amor, de desamor, de inocencia, de desengaños, de pájaros en la cabeza, de cabezas perdidas y de perchas encontradas, de corazones en los pies, de un mono verde con dos corazones, de bellísimos niños azules, de niñeras mágicas, de lunas que son globos, de fantasmas y de sucesos del revés. La imaginación y la creatividad son el eje conductor de todas las historias del libro.
¿Y en “Precipicios habitados”?
“Precipicios habitados” fue mi primer libro, también de microrrelatos.
Lo publiqué en 2012, recién aterrizada en este género que me apasiona. Apenas llevaba un año escribiendo cuando se presentó el sueño de publicar un libro en papel. En aquella época había muy pocos libros de microrrelatos en el mercado. Nunca imaginé que una editorial pudiera publicar un libro mío solo un año después de ponerme a escribir.
En cuanto al título, a mí me parece que no hay lugar más habitado que un precipicio. La vida misma siempre se encuentra al borde. En el libro abundan las historias de corte realista y se divide en dos partes: Gente al borde, con historias protagonizadas por personajes comunes y corrientes, a punto de caer a ese precipicio: mujeres maltratadas, ancianos que sufren soledad, pobres, mendigos, niños desprotegidos, prostitutas, locos, pero también hay soñadores, inadaptados, bohemios, rebeldes. La segunda parte se llama La realidad al borde. Porque tampoco la realidad escapa al precipicio. El precipicio se convierte ahora en una frontera, en una delgada línea que traspasamos casi sin darnos cuenta para acceder a un mundo paralelo donde las mismas cosas, la misma materialidad, cogen un tinte fantástico y surrealista. Aparecen entonces las historias absurdas, sobrenaturales y de terror.
“Maremotos” es un blog que tienes en internet, ¿qué podemos encontrar en él?
No cabe duda de que los microrrelatos tienen su caldo de cultivo en Internet. Tuvieron un verdadero boom cuando surgieron las redes sociales.
Anteriormente, al ser textos tan breves, los escritores tenían muchos problemas para publicar con editoriales tradicionales. Pero con la aparición de Internet, ya no tenías que escribir cien historias para proponerle a un editor que te publicara un libro. Lo publicabas tú mismo en tu blog. A partir de 2010 empezaron a surgir muchos blogs de microrrelatistas donde publicaban sus textos y se comentaban entre ellos. Se les llamó la generación Blogger, entre los que me incluyo. Yo abrí “Maremotos” y allí se pueden encontrar casi todos mis textos, sobre todo los que han obtenido premios.
Todos intentamos agarrarnos a algo que flote para sobrevivir al oleaje
MAR HORNO
Esos blogs han pasado un poco de moda y los microrrelatistas se han trasladado a Facebook o incluso Instagram, aunque casi todos los escritores siguen manteniéndolos en funcionamiento.
Comenzaste tarde en la escritura, ¿qué te llevó a dar el paso?
Yo he sido una gran lectora toda mi vida. Creo que no he pasado un solo día de mi vida sin leer. Sin embargo, nunca sentí la necesidad de escribir. Hasta que me topé con un microrrelato en Internet. Por casualidad. Al leerlo me quedé sin palabras.
Me impresionó mucho que un texto tan corto pudiera decir más que algunas de las novelas que había leído. De la noche a la mañana, con 40 años y dos niñas aún pequeñas, decidí que yo quería escribir microrrelatos y además quería publicarlos. Me matriculé en un curso de seis meses de escritura creativa de microrrelato y me abrí mi propio blog. Empecé a escribir microrrelatos como si no hubiera un mañana, me presenté a muchos concursos literarios, gané algunos de los más importantes y me propusieron publicar mi primer libro, “Precipicios habitados”, con la editorial madrileña Talentura.
Así que aquí estoy, después de 12 años, amando y defendiendo este género, que más que una afición es para mí una pasión.
¿En qué estilo te sientes más a gusto?
No me gusta el realismo. Todos sabemos lo que es la realidad, la vivimos cada día y no necesitamos que nadie nos la cuente.
Evidentemente cuando escribo me inspiro en los hechos reales que me rodean, que me llaman la atención, pero luego intento darles la vuelta y seguir mi propio rumbo, el de la fantasía, la ficción, el absurdo, los juegos de palabras, los equívocos con el sentido literal y figurado, las metáforas. En lo que más cómoda me siento es en el surrealismo porque este da cabida a esa imaginación inusual y desbordada que he tenido desde que era pequeña. Intento mostrarle al lector otro mundo, que igual no es mejor que este porque también existe la tristeza, la muerte o el desamor, pero por lo menos es distinto.
¿Eres de las personas a las que le gustan los finales abiertos, o eres más de historias cerradas?
Me gustan los dos. Cada uno tiene su encanto y engancha de forma distinta.
Una historia con un buen final cerrado impacta mucho al lector, le sorprende y le deja una sensación de puñalada trapera difícil de olvidar. La historia queda redonda y gusta mucho a los lectores.
Un final abierto, sin embargo, impulsa al lector a releer la historia varias veces, a preguntarse si la ha entendido bien y la interpreta según su propio bagaje personal. Es muy curioso cómo distintas personas entienden un mismo relato de forma tan diferente según sus propias vivencias. Estos finales hacen pensar, lo cual, en la sociedad en la que estamos inmersos, me parece muy interesante.
De cualquier forma, nunca sé qué final va a tener un microrrelato mío, es la propia historia la que dice cómo quiere terminar.
¿Qué han supuesto para ti las redes sociales?
Gracias a las redes sociales he podido publicar mis textos y darlos a conocer.
Eso ha posibilitado que las editoriales se hayan fijado en mí y haya podido publicar mis dos libros. Un tercero, en 2023.
Se lo debo todo a las redes. El microrrelato, al ser tan breve, se adapta muy bien a una entrada de Facebook o un blog. En las redes tiene la minificción su medio de difusión natural.
También eres documentalista de televisión, cuéntanos tu experiencia.
Hace veinticinco años que soy documentalista y me encanta mi trabajo. Me siento muy orgullosa de contribuir a la organización, análisis y salvaguarda del mayor archivo audiovisual de Andalucía. Canal Sur posee la historia en imágenes de los andaluces de los últimos 34 años. Sucesos, costumbres, fiestas, tradiciones, acontecimientos políticos, institucionales e históricos. Ese banco de imágenes es único. Es la historia de Andalucía en imágenes, nuestra historia. Este patrimonio pertenece al pueblo andaluz y trabajar en su gestión y catalogación es un gran aliciente para mí.
Yo creo que mi trabajo me ha ayudado a la hora de escribir microrrelatos.
Una parte importante de mi labor como documentalista consiste en resumir, conceptualizar y asignar descriptores a las noticias periodísticas, lo cual me proporciona el mecanismo mental para contar lo esencial de una historia en cinco líneas.
¿Es para ti la escritura un refugio?
Sin duda, es un refugio. Yo escribo porque me divierte y me hace feliz. Cuando escribo me olvido de todo y de todos. La literatura para mí es evasión y divertimento, después conocimiento.
Escribir microrrelato es un reto: encontrar una buena historia, contarla en pocas palabras, introducir un conflicto y darle un final sorprendente, haciendo un uso muy preciso del lenguaje y un ejercicio de concisión excepcional, me apasiona.
No entiendo la escritura o la literatura como introspección, como penitencia o redención, como jeringa para sacar las miserias del escritor. La entiendo como evasión. Si no me hiciera feliz, no escribiría.
Tu nombre figura en el Rincón de las Escritoras de tu pueblo. ¿Te sientes profeta en tu tierra?
Me siento profeta en mi tierra. Además de feliz, abrumada, orgullosa, agradecida. De todos los premios que he recibido durante estos años, los reconocimientos que me ha otorgado mi pueblo, Torredonjimeno, son los más queridos. Es un orgullo para mí que mi nombre aparezca en ese maravilloso mural junto al de escritoras muy importantes de todos los tiempos. Le doy las gracias al Ayuntamiento por esta iniciativa a favor de la cultura con la creación de ese precioso Rincón de las Escritoras en uno de los lugares más bonitos del mi pueblo, el parque municipal.
Una escritora de referencia.
Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Me enseñó que en literatura todo era posible.
Cuánto de poesía hay en la vida.
Yo creo que la vida no tiene poesía, tiene belleza. La poesía está dentro de los hombres, es la forma que tienen algunos privilegiados de ver el mundo. Y tienen la deferencia de mostrarlo a los demás con sus poemas. La poesía es la capacidad de extraer la belleza del mundo con palabras, porque el mundo no existe por sí mismo, sino que está dentro de nosotros. Y hay tantos mundos como personas.
El mundo se acaba, y los gobiernos acuden a ti para salvar solo una obra de arte, ¿cuál sería?
Seguramente algún cuadro de Joaquín Sorolla.
El mar.
Es muy importante en mi vida. Quizás todos los que nacemos tierra adentro sentimos esa fascinación por el mar. O quizás nuestro propio nombre nos marca. Me llamo María del Mar, le puse a mi primera hija Marina… Muchos de mis microrrelatos tienen que ver con lo marino, no hay más que leer mi último libro. Cuando quiero desconectar, coger perspectiva, olvidar los problemas, escribir, me voy a ver el mar.
La política es…
Necesaria. Los políticos, una vergüenza.
La religión es…
Una opción muy personal. La fe es una virtud que me fascina. El hombre es religioso por naturaleza, pero una cosa es Dios y otra muy distinta son los hombres manejando lo asuntos de Dios.
¿De qué manera lucharías por la España que se está vaciando, la de los pueblos que se mueren?
Con dinero. Si no hay inversión, las buenas ideas no sirven de nada. La conectividad y el teletrabajo hacen que sea un buen momento para las zonas rurales. La formación de los jóvenes me parece imprescindible. Un pueblo con servicios educativos y sanitarios, y buenas infraestructuras en carreteras y telecomunicaciones, sería muy apetecible para mucha gente que busca en la actualidad otro tipo de vida más tranquila, sostenible y alternativa. El turismo está potenciando muchas zonas rurales, pero no basta. Las empresas tendrían que apostar por la descentralización e invertir en los pueblos. Por eso me parece que el pilar principal tiene que ser las comunicaciones, de todo tipo.
Yo, que me crie en un pueblo, tras estudiar y trabajar fuera volví para vivir en él y criar a mis hijas. Recomendaría a todo el mundo esta vida que nada tiene que ver con la locura de una gran ciudad.
Para escribir, ¿buscas rincones para inspirarte o simplemente te encierras en tu estudio?
Podría escribir en cualquier parte. Cuando empecé con el microrrelato llegué a escribir mientras cocinaba o planchaba. No tengo un despacho o un estudio que me sirva para aislarme y convocar a las musas. Casi todo lo que he escrito en los dos últimos años lo he hecho en fines de semana y vacaciones, cuando me iba a la playa. El mar actúa como una llave que abre la puerta de la inspiración. Si tuviera que elegir, la terraza de mi apartamento en la playa sería mi lugar favorito para escribir.
Unas palabras para los lectores de los Putrefactos.
Lo que me apetece decirles es que lean microrrelato.
Es un género todavía poco conocido para el gran público, pero cuando se empieza a leer minificción, no puedes parar.
Estos textos breves se adaptan muy bien a la vida que llevamos, en la que se dispone de poco tiempo: vivimos deprisa, nos movemos deprisa y queremos leer también deprisa. Pues bien, el microrrelato nos permite hacerlo. Apenas nos robará un par de minutos de nuestro tiempo (mientras tomamos un café, esperamos a nuestro hijo que salga de inglés, viajamos en autobús…), pero nos transmitirá una emoción muy fuerte que, a veces, nos acompañará durante horas.
Además, al ser textos cortos se adaptan muy bien a un pantallazo del móvil, y el móvil lo llevamos siempre con nosotros a todas partes.
Pero que sean historias cortas no quiere decir que sean superficiales, desechables o de rápido consumo. Tienen una peculiaridad muy importante. Los micros, al ser tan breves, tan condensados y tan metafóricos, nos obligan a pensar, a desarrollar nuestra inteligencia y nuestra creatividad, nuestra imaginación. Yo creo que hoy en día, que nos lo dan todo hecho, es una particularidad muy interesante.
Así que, lectores de Putrefactos, lean microrrelatos. Alimentan cuerpo y alma, y no engordan.
Una entrevista de Luisje Moyano.
para «Los Putrefactos«