Antonio Reyes es escritor nacido en Bedmar (Jaén).
Es autor de las novelas «El escritor de cartas», «El hórreo andaluz», «Las sendas imborrables», «Abel en una maleta» (2º premio en el certamen Internacional Ciudad de Almería 2015), «Cuando vengas a buscarme» y «Puzzle».
Ganador del I Premio en el concurso nacional de relatos «Isabel Jiménez Pérez» 2020, de La Carolina.
“ Siempre habrá gente que crea que un tiempo en la cárcel puede ser un buen precio a pagar para lograr grandes cantidades de dinero.”
Antonio Reyes
“El verbo y la carne”, magnífico título para tu última novela, ¿qué nos puedes contar de ella?
Esta novela es una historia de sufrimiento, corrupción social y malas personas, todo ello envuelto en un ambiente oscuro, donde la lluvia es un personaje más. Es la imagen de empresarios sin escrúpulos capaces de cualquier cosa con tal de que nadie rompa su estatus social, pero también de gente normal de a pie que lo está pasando mal. Digamos que es un reflejo fiel de lo que este país se empeña en seguir siendo, sin dejar atrás aquella época oscura de los 90, en la que me fijé para caracterizar a los personajes.
Personajes oscuros, tramas paralelas, suspense, dolor, buena base para una película o serie, ¿no?
Por supuesto. De hecho, se puede decir que esta novela es un guion largo. Quienes ya la han leído dicen que era como ver una película. Es una obra muy visual, fácil de imaginar las hechuras, por ejemplo, de cada personaje. Además, al estar escrita en presente, en tiempo real, llevará al lector a meterse de lleno en lo que ocurre. Incluso los capítulos son cortos con la idea de que cada uno de ellos se vea casi como la escena de una película. En definitiva, una obra muy visual y dinámica, como creo que debe ser una buena película.
Indagas en la parte oscura del ser humano. ¿El ser humano nace con esas oscuridades o las va forjando con el paso del tiempo?
En psicología se dice que nadie viene a este mundo siendo mala persona. Ni siquiera los miedos clásicos a ciertos animales, como puede ser una serpiente, están dentro de nuestro ADN. Si ponemos a un bebé cerca de este animal, intentará cogerlo porque desconoce lo que es. Igual ocurre con el ser humano. No somos malos por naturaleza. Sin embargo, durante nuestra vida, y dependiendo del entorno en el que nos movamos, de lo que nuestra personalidad vaya tomando como aceptable, iremos deformando esa bondad innata. Nacer en una familia honrada, nuestros amigos o lo que nos ocurra en la infancia, influirán en cómo seremos. Nuestra sociedad también influye, ya que como tratemos a las malas personas, la rapidez con la que actuemos, nos hará ver si merece la pena o no entrar en terrenos poco convenientes para nosotros. En parte creo que es uno de los motivos por los que en España, después de aquella década de los 90, donde la corrupción era algo habitual que hacía crecer a toda velocidad a empresarios, banqueros y políticos, no hizo mella y muchos continuaron por ese camino. Si la justicia no actúa con celeridad y el castigo es proporcional al delito cometido, siempre habrá gente que crea que un tiempo en la cárcel puede ser un buen precio a pagar para lograr grandes cantidades de dinero. Y si entramos más en profundidad, comprobar que parte de la judicatura y de la clase política ampara muchas de estas actividades, pues miel sobre hojuelas para algunos. Es la avaricia la gran culpable, así que el ser humano nace inmaculado y se va desviando durante su vida.
¿Ves un futuro esperanzador para la humanidad?
Rotundamente, no. Somos la única especia de este planeta empeñada en su autodestrucción. Destruimos a conciencia nuestro entorno, agotamos los recursos naturales en nombre de una industria agresiva que solo busca rentabilidad económica y desprecia la vida del resto. La Tierra está plagada de guerras en nombre de un dios, millones de personas huyendo de sus países escapando del miedo, terrenos desertificados en nombre del progreso, los mares contaminados y después comemos sus recursos sin saber que nos estamos contagiando de esa contaminación… Si algo debería estar ocurriendo de verdad, si fuésemos personas merecedoras de este magnífico planeta, nos levantaríamos contra todos aquellos que no sienten ni un ápice de empatía por el ser humano, porque para ellos solo somos números, consumidores. A este paso, puede que a nuestra historia no le queden muchas páginas. De todas formas, la humanidad suele reaccionar cuando está a un paso del abismo. No entiendo que habiendo tantas personas buenas nos dejemos arrastrar por esa pequeña parte que siente que son dioses en la Tierra. El gran lastre que arrastramos es la vagancia, la pereza, esa desidia que nos hace creer todo lo que ciertos iluminados nos dicen.
“El verbo y la carne” es tu octava novela, ¿tienes ya en mente la próxima?
Siempre tenemos algo en mente o en marcha. Nuestra vida es un continuo tomar notas, escuchar, observar. Sí, tengo una nueva obra en marcha que va creciendo despacio, que es lo importante. Uno tiene la obligación de que cada novela nueva sea, al menos, tan entretenida o mejor que la anterior. Aprendí hace tiempo que las prisas no son buenas, así que suelo cocinar a fuego lento las nuevas historias que quiero contar. Para mí siempre es un reto diferente enfrentarme a cada novela, y me divierto tanto que, en realidad, nunca quiero que se termine la época de escritura. De hecho, aparte de la obra que estoy escribiendo, ya tengo pensado la siguiente. Es un problema que tu cabeza esté continuamente en ebullición. En muchos momentos este ajetreo interno no te deja descansar, dormir como se merece.
“Las sendas imborrables”, “Cuando vengas a buscarme”, “Abel en una maleta”, títulos sugerentes para grandes novelas, ¿qué buscas para un buen título?
Digamos que tengo facilidad para pensar un buen título para lo que escribo. Cuando he tenido una historia que contar, siempre ha llegado antes el título que el contenido. Me gusta partir del nombre de la novela, me suele dar muchas pistas de lo que escribiré después. Es un buen reclamo para que alguien se interese en tu obra, ya que unas veces sugiere mucho sobre lo que se leerá y otras puede dar pie a ambigüedades. Me gusta que la gente me pegunte por qué este título y no otro. Creo que un título debe ser provocativo, hiriente a veces, como ocurre con las cubiertas de un libro. Tienen que ser atrayentes, que hagan que la vista se vaya directamente a la imagen y al texto que la encabeza. El objetivo principal es que quien coja tu novela sienta ganas de leer la sinopsis. Al final todo se reduce a persuadir a alguien para que compre y lea tu obra.
“Abel en una maleta: toda historia comienza con un viaje”, este título pertenece a una de tus novelas. Cuéntanos un viaje que haya cambiado algo en tu historia personal.
Diría muchos, porque todos mis viajes me han aportado algo interesante. He tenido la suerte de visitar varios y diferentes países con amigos o familia y me he enriquecido mucho como persona. Pero si tuviese que resaltar uno de ellos, sin duda fueron aquellos quince días que pasé en la costa este de Estados Unidos con cuatro amigos más. Fue un viaje muy revelador en muchos sentidos. Desde que pusimos un pie allí, todos tuvimos la sensación de que estábamos dentro de un plató de cine. Descubrimos que la industria cinematográfica americana es su mejor oficina de turismo. De hecho, estoy convencido de que todos los que visitan ese país es porque quieren ver in situ las localizaciones de sus películas favoritas. Pasear por Hollywood Boulevard (que es feo), pisar la arena de Malibú, acariciar la corteza de una secuoia en Yosemite, entrar en un casino en Las Vegas y en la famosa tienda de empeños, visitar la fábrica de Fender o pasear por los estudios de la Warner Bros es todo un sueño. Además, allí encontré la parte que necesitaba para terminar mi anterior novela, “Puzzle”.
Ganaste el I Premio del Concurso Nacional de Relatos “Isabel Jiménez Pérez”. ¿Los premios ayudan para seguir publicando?
Sirven para que dentro de este negocio tu nombre pueda ser más escuchado que otros, nada más. El currículum de un autor es tan importante como el de cualquier otro artista, ya que en esta vorágine de miles de publicaciones anuales, es difícil darse a conocer. De todas formas, no hay que olvidar que el fallo de un concurso es la decisión de cuatro personas. Ningún escritor o escritora desconocido ha logrado un premio importante. Hay un trabajo muy duro que hacer antes de que alguien crea que eres merecedor de una distinción. Cosa aparte es la industria en sí misma, que tiene sus mecanismos y forma de ver el negocio.
¿Qué tal tu experiencia con las editoriales?
He visto de todo, bueno y malo, pero entiendo la parte empresarial de estas. Se nos olvida que, por mucho que pensemos que nuestra obra es la mejor del mundo, no controlamos el gusto de los lectores ni lo que esperan las editoriales. Cuando hacen una inversión en nuestra novela, lo lógico es que quieran recuperarla al menos, y a partir de ahí darle la publicidad necesaria para que se venda más. Lo que no llego a entender es esa obsesión que tienen por mirar primero el número de seguidores en redes sociales o si eres famoso por otras cosas e interponer esto a la calidad literaria. Esa parte del negocio que solo mira el resultado económico está haciendo mucho daño y se quedan por el camino libros que merecen mucho la pena. Es un pastel muy pequeño a repartir entre muchos, cuando el mayor problema es que España es la zona de Europa donde menos se lee. Así que, en parte, todos tenemos un poco de culpa.
Has publicado varias novelas, artículos de opinión, has ganado premios, has impartido talleres, ¿algún proyecto nuevo a la vista?
Siempre hay un proyecto nuevo en marcha. Ya estoy trabajando en una nueva novela, pero voy despacio, no tengo prisa por publicar. Quiero que mi siguiente obra, cuando alguien termine de leerla piense: «ha merecido la pena». Y a esta nueva obra le seguirá, con toda seguridad, algo que llevo retrasando mucho tiempo, pero de lo que, por ahora, no daré más detalles.
Un sueño por cumplir…
Uy, muchos. Recorrer Estados Unidos en coche de costa a costa, tocar en el auditorio de Castrelos (Vigo), poder tener mi propio estudio en casa, recogerme el pelo en una coleta… Bueno, este último no es un deseo, sino un milagro.
Una pesadilla que se repite constantemente…
Hubo un tiempo en el que soñaba mucho que volaba, flotaba por el aire y terminaba cayendo en picado. Pero no suelo tener pesadillas, o al menos no las recuerdo, de forma habitual. Mis temores van de la mano de la sociedad actual. Tengo un miedo terrible al maltrato sistemático al que estamos sometiendo a nuestro planeta desde la revolución industrial. La ciencia hace todo lo que puede para advertirnos de que este no es el camino y que el día de no retorno está cada vez más cerca. Si tuviese una bola de cristal para saber cómo vivirán nuestros descendientes dentro de cien años, estoy seguro que no la utilizaría.
¿Eres de los que buscan rincones maravillosos para escribir, o eres de estudio y flexo?
No soy nada romántico en este aspecto. He llegado a escribir tomando algo con los amigos, disimulando y haciendo creer que estoy enviando un mensaje. Entiendo que cuando mejor se escribe es en esos momentos en los que te aíslas de todo y te apartas del ruido, pero no es mi caso. Como decía antes, si pudiese tener mi estudio, no creo que ningún vecino, al mirar por la ventana, viese una tenue luz de una vela alumbrando mi escritorio. Mira, este podría ser otro de mis sueños por cumplir: una habitación para mí solo (risas).
Una escritora y un escritor de cabecera.
Me gustan mucho Rosa Montero y el carácter y la mala follá de Maruja Torres. ¿Escritores? He tenido varios según el momento. Marc Levy, Dan Brown o William Faulkner me acompañaron durante una época. Ahora me gusta centrarme en autores y autoras españolas, como César Pérez Gellida (todo un descubrimiento), Fernando Aramburu y, por supuesto, la magnífica pluma de Luis Landero.
Una película que sea especial para ti.
Sin duda, “Forrest Gump”. Lo tiene todo y tratado con una maestría y delicadeza geniales: humor, tristeza, mensajes sociales y pacifistas y, lo mejor de todo, la inocencia del protagonista hecha poesía.
La política es…
Necesaria, a pesar de todos sus defectos y aspectos que se deberían corregir para ser la mejor manera de hacer que la vida de todos sea más llevadera. Y, por cierto, también es cosa de todos, no solo de aquellas personas que salen elegidas tras unas elecciones. Quizá, solo quizá, si nos implicásemos un poco más en este aspecto, nuestra clase política podría dar un paso adelante con más miedo, el que ahora les falta.
La religión es…
Necesitaría una novela nueva para dar mi idea de lo que es la religión, o religiones (risas y dudas). A lo largo de la Historia han muerto millones de personas en nombre de un dios. Y continúa ocurriendo. Las religiones siempre han sido una forma de adoctrinar y controlar a las masas. Y así sigue ocurriendo. De todas formas, y como siempre digo, la fe es algo que no debería salir del ámbito personal, pero, por desgracia, se intenta por todos los medios que se extienda al resto de ámbitos de la vida pública, algo que, desde mi punto de vista, no debería ocurrir.
Unas palabras para nuestros lectores.
Leer, leer y leer. No cerrarse solo a un tipo de lectura. Abrirse a estudios, ensayos, poesía, novela de cualquier género, prensa, blogs o páginas especializadas sobre temas variados. Solo la lectura nos hará dudar de todo. Pero por encima de todo consejo, es el único camino para que retomemos una sana costumbre: cuestionarnos por qué ocurren las cosas. Todo descubrimiento científico o una duda existencial propia nace de una simple pregunta. Aquellas personas que pasan por el mundo sin leer, repito, lo que sea, como decía Mafalda, vivirán creyendo lo que otros les digan. Y dentro de todos estos consejos, y como algo sano, leer también para divertirse, que al final es el principal objetivo: hacer que lo que escribimos merezca la pena ser leído porque los mensajes que queremos lanzar lleguen con claridad a quienes nos lean.
Una entrevista de Luisje Moyano.
para «Los Putrefactos«