Julio Ángel Olivares Merino es docente investigador en el Departamento de Filología Inglesa de la Universidad de Jaén.
Ha impartido numerosas conferencias, escrito libros y artículos sobre el séptimo arte y la literatura de terror, centrándose en temáticas relacionadas con la semiótica, el lenguaje figurativo y el concepto de lo espectral. Destacan sus monografías sobre Ringu (Hideo Nakata, 1998) y el fenómeno «J-Horror», el realizador James Wan o su estudio sobre el cine de JAume Balagueró.
En el apartado de creación literaria, es autor de más de una decena de obras de ficción, entre las que destacan Sonambulia, Paralelo a tu expirar, Las prometidas del muerto, Diarios del cuarto oscuro, La piel leve o su nueva obra, La cacería.
«he expresado, sentido, evocado e interpelado al lector».
Julio Angel Olivares
Acabas de publicar “La cacería”, ¿qué nos puedes contar sobre este libro?
Supone mi primera publicación en el ámbito de la poesía, un reto al que, ya desde hace tiempo, deseaba enfrentarme. He disfrutado mucho al escribirla y, cumpliendo con mi filosofía a la hora de crear, por encima de todo, he sido yo. Con tal propósito, que es el seminal y más importante para un autor, he expresado, sentido, evocado e interpelado al lector y a mí mismo, sin ambages, limitaciones o coacción alguna.
La cacería es una emersión introspectiva, un caleidoscopio de sensaciones sumidas en la oscuridad de lo traumático, aunque también en la súbita luz de la revelación. Son muchas las voces que interactúan en este tratado sobre la inocencia perdida.
“El trayecto de retorno para encontrarnos con el niño que fuimos”, ¿qué mejor y peor recuerdo guardas de tu infancia?
La pregunta explicita —o da por sentado— ya una terrible realidad: la infancia no es siempre o solamente una etapa idílica en nuestras vidas. El cromatismo y los sentidos muy marcados definen mis sensaciones y mi respuesta emocional a los recuerdos de tal etapa. Así, los más positivos vienen acompañados de música serena, aromas agradables y luz;
entre ellos, uno destaca con latido muy fundamentado: me veo correr en la terraza del piso de mis padres con un coche de juguete en mi mano derecha y culminar la carrera al abrazarme intensamente a mi madre. Todos los recuerdos más gratificantes de mi infancia tienen que ver, en esencia, con el mimo de mis padres, la sensación de equilibrio y un paisaje, normalmente, dominado por un cielo radiante. Los recuerdos más amargos están ahí… con un sabor a herrumbre o fiebre… La cacería despierta muchos de esos zarpazos que, con el tiempo, uno logra relativizar… dejar en un segundo plano… o no…Alguien, cuando yo no había aprendido aún a nadar, me lanzó una vez a una piscina y todo desapareció de repente en un abismo gris. Jamás olvidaré esos instantes de desesperación e indefensión mientras me hundía más y más, sin nada a lo que aferrarme…
Has elegido la poesía para hablarnos de ese viaje al pasado, ¿por qué?
Porque, en realidad, siempre he escrito poesía; porque, por más que la piel fuese narrativa en mis anteriores obras, el alma ha sido constantemente poesía en estado puro.
La cacería supone un regreso al origen, una reivindicación de la esencia, de todo aquello que permanecía latente en mi interior y necesitaba aflorar hasta exprimir la más mínima sensación.
Tal y como vaticinaba, he encontrado en la poesía a mi mejor aliado. Su fragmentación y síncope en versos me ha permitido crear una sucesión de paréntesis y aislar imágenes de impacto. Allende el potencial del lenguaje figurativo, la intensidad y la síntesis de la enunciación poética han legitimado también los silencios, las pausas que llaman a la interpretación y, en definitiva, eso que tanto me obsesiona: la textualidad en suspensión o delegada, la de los versos inacabados, no resueltos, cuya clausura es un encabalgamiento vivencial, pues depende del receptor.
Publicas con InLimbo Poesía, ¿qué puedes decirnos de ellos?
La suerte me ha sonreído y celebro estar hoy en el limbo. Cuando concebí, a vuela pluma, el concepto de esta obra, pensé en ellos y esa entelequia o proyección se convirtió en anhelo. A los pocos días, hablé con Ana Martínez, su editora, y todo se tornó un sueño que tenía visos de materializarse.
Alabo la filosofía de In Limbo, su forma de trabajar y, sobre todo, el modo en que cuidan cada detalle y, esencial, cómo acompañan a sus autores en el antes, el durante y el después.
Has traducido al español a Óscar Wilde, (entre otros), ¿qué se siente al enfrentarse a un texto de un genio en su idioma original y tener el desafío de ser leal a la hora de traducirlo?
Es una gran responsabilidad, qué duda cabe, por cuanto te conviertes en embajador de preciados tesoros literarios y es evidente que toda elección, por mínima que sea, tendrá que estar baremada y estudiada al detalle. De todas formas, soy defensor a ultranza de la traducción como ejercicio de reescritura en el que el traductor se convierte en autor —aunque, por encima de todo, es medio de transmisión— y, por ello, tiene cierta potestad a la hora de recrear el texto, a partir de un entendimiento global y específico de la obra en cuestión, de su autor, su contexto histórico y todo lo que ello engloba. Ser fiel al texto original, actualizarlo para evitar choques culturales, legar la propia impronta de traductor, además de las necesarias notas aclaratorias, todo ello supone un reto exigente y, en ocasiones, preservar un equilibrio realmente complicado entre aquello que se escribió y el modo en el que despierta en tu mente.
Profesor de Filología Inglesa en la Universidad de Jaén. Tu tesis doctoral habla sobre el mito de los vampiros en esa lengua, cuéntanos un poco sobre ello y por qué elegiste ese tema.
Los temas que me fascinan, el género que amo, cultivo y en el que investigo, mi afición por el terror, en suma, nacen del visionado del Drácula, de John Badham, en el año 1979. Aquella película me marcó, sin duda, aunque, anteriormente, a muy temprana edad ya me había sentido fascinado por los pilares del suspense gracias a Tiburón, de Spielberg.
Con el paso del tiempo, leí a los clásicos de la literatura de terror y, durante mi estancia en Portsmouth, entré en contacto de forma más directa con la “ghost story” inglesa y ‘Salem’s Lot, de Stephen King, la maravillosa actualización del clásico de Stoker a la Norteamérica de los años 70. Fue justamente mientras leía esta fascinante obra — siempre a medianoche y, normalmente, frente a un ventanal que me permitía ambientar la inmersión en aquellas páginas gracias al imponente espectáculo de la ya clásica niebla inglesa— cuando me planteé hacer un análisis comparativo entre la obra de King y la novela por antonomasia de la literatura de vampiros. Pocos años después, lo materialicé en la citada tesis doctoral, añadiendo, además, un extenso estado de la cuestión, en el que me retrotraje a los orígenes del mito vampírico en lengua inglesa, tema precisamente sobre el que versó mi investigación durante la siguiente década.
Diriges “Delirium: Laboratorio de artes escénicas”, ¿qué trabajos y objetivos realizas con tu compañía de teatro?
“Delirium” surgió con el objetivo de divulgar ciencia a través del teatro. En concreto, y por medio de los guiones que he escrito y dirigido, he pretendido que el espectador viva y experimente en primera persona cuáles son los elementales del terror en sus diversas manifestaciones, esencialmente la escénica, y cómo operan estos a fin de conseguir el objetivo prioritario y seminal: provocar pavor en el receptor. Tres han sido los formatos que hemos desarrollado: el teatro convencional, el teatro interactivo y el radioteatro.
Fundador de la radio de la Universidad de Jaén, “UniRadio”, ¿te queda algún sueño por cumplir?
Soy moderada y democráticamente ambicioso. Me marco metas cada día, muchas de ellas encaminadas a generar sinergias entre personas que desean fomentar el arte o erigirse en agentes sociales proactivos en el ámbito de la solidaridad. Muchos son los sueños aún por cumplir en cada uno de estos campos. No sería capaz de precisarlos. Cierro los ojos y, de repente, surge; reconozco el sueño y lo persigo.
Ganaste el premio Nacional ARU por un guion de radioteatro. Con las nuevas tecnologías, ¿está muerta la radio?
Muy al contrario. La radio ha sabido adaptarse al progreso porque, en puridad, es hija del avance tecnológico y jamás quedará desfasada.
Su magia, su dinamización de la palabra a modo casi de manifestación espectral y sugerida, la hacen eterna. La radio se ha actualizado, se ha repensado en términos de lo transmediático precisamente a partir del uso de las nuevas tecnologías, que le sirven como complemento para potenciar su ámbito de acción e incidencia. En definitiva, las ondas no conocen el principio de obsolescencia y siempre estarán de moda.
Otra de tus pasiones es el séptimo arte, ¿se hacen buenas adaptaciones de la literatura al cine?
Literatura y cine son dos medios que comparten los principios de la narratología, si bien, a la hora de valorar ese encuentro entre ambas artes que suponen las adaptaciones de obras literarias a la pantalla, hemos de tener en cuenta que cada medio tiene sus propias características y parámetros específicos en virtud de los cuales han de ser baremados. Debemos evitar, por tanto, comparar a la ligera las películas con aquellos libros que les sirvieron como base, referencia o fuente de inspiración. Valorar una adaptación fílmica a partir de criterios falaces como la fidelidad es un error ya que la traslación a pantalla supone una reescritura legítima, independientemente de que esté estrechamente ligada con o disociada de la fuente original.
¿Alguien acaso podría desdeñar el escalofriante y metafórico final que Kubrick concibió para El resplandor, la persecución de Danny en el laberinto de hielo, solo porque Stephen King concibiese una conclusión mucho más literal y taxativamente diferente en su obra?
En un hipotético fin del mundo, te dicen que solo puedes salvar tres obras de arte, ¿cuáles salvarías y por qué?
Con los tiempos que corren, quizás deberíamos ir planteándonos esta pregunta, ciertamente. Si no hay restricciones en cuanto a dimensión, naturaleza o sentido figurado, salvaría la vida envuelta en música, la literatura y el amor, tres piezas de arte que, cierto es, no caben en sala de exposición mundana.
¿En qué época y lugar te hubiese gustado vivir?
Recelo de las anacronías, aunque adoro la desfamiliarización. No me considero un desubicado, si bien oigo horizontes de gaviotas como Alberti y, llamado a cambiar de época, volvería a los setenta y los viviría en constante bucle.
¿Historias de fantasmas o de vampiros?
El vampiro se ha desnaturalizado en demasía de un tiempo a esta parte y, aunque el espectro sigue la misma evolución en nuestros días, me quedo con la atmósfera y los argumentos de los grandes relatos de fantasmas. El mejor Henry James, el más oscuro Le Fanu o el más críptico M.R. James no tienen parangón.
Un autor y una autora.
Julio Llamazares y Ana María Matute, por el lirismo y la fantasmagoría vivencial de sus obras.
Un lugar para perderse.
El mar, en toda su extensión y plenitud.
Una pesadilla.
Perder a mis seres queridos.
¿Eres de los que buscas rincones especiales para escribir o lo haces en tu estudio?
Escribo en cualquier parte; no soy maniático ni exigente en ese sentido, aunque sí en muchos otros…
¿Eres más de ángeles o de demonios?
No concibo la vida como algo maniqueo. Hay ángeles diabólicos y demonios angelicales. Me conformo con tener un lugar con vistas al cielo y al infierno. Adoro las alas que te llevan a cualquier parte y el fuego que purga. No podría excluir a uno o a otro.
¿Alfa u omega?
Soy más de aquellos reproductores Beta y las películas de carcasa roja de terror que aún conservo en casa.
¿Ciudad o campo?
Estoy hecho de olas. Insisto, el mar.
Unas palabras para los lectores de nuestra revista.
Un saludo, mis mejores deseos y enhorabuena por haber escogido una revista de calidad, diferencial y con mucha esencia. Mi agradecimiento, de igual modo, por haber leído esta entrevista, por dedicar vuestro tiempo a la cultura y, de igual modo, una enérgica petición: no dejéis de fomentar el hábito de la lectura y sumergíos en la literatura para ser y trascender. Los hay que olvidan esta necesidad, este placer, se aburren y montan guerras.
Una entrevista de Luisje Moyano.
para «Los Putrefactos«