
Nacido en Italia, comenzó sus estudios musicales a la edad de seis años y debutó a los 11 en su ciudad natal, Venecia.
Se formó en piano, órgano, violín y composición con M. I. Biagi (escuela de Liszt), R. Cappello y U. Amendola. Tras finalizar sus estudios en Italia, con la máxima puntuación y cum laude, continuó perfeccionándose en Múnich con Gerhard Oppitz y París con Mercés de Silva-Telles.
Ha ganado varios premios, entre ellos el XXXIV Concurso Internacional de Piano de Jaén, en 1992.
“La Música es en sí la esencia de la Humanidad:
Brenno Ambrosini
del pensamiento y del sentimiento humano”
¿Qué podemos encontrar en tu libro “¿Unidos en la diversidad, fortalecidos por la fraternidad”?
Ante todo, gracias por estimar oportuna mi presencia en una revista que profundiza en un ámbito que me resulta poco familiar. No soy ni me podría considerar un escritor, aunque mi fascinación por la literatura y la poesía me acompañan desde mi más tierna edad. Debido a ello, he intentado cuidar esta pasión y el amor por el lenguaje que poco a poco se va perdiendo con una labor íntima de comunicación a través de palabras en prosa y poesía, y no sólo a través de sonidos y armonías. En el libro que menciona se puede encontrar un Brenno íntimo, sincero, con muchos de sus defectos y, espero, con muchas de sus cualidades. Mensajes y reflexiones “en voz alta”; ideas, ideales y utopías, que no quimeras; algún momento de confesión y otros de esperanza; y, por supuesto, referencias al Arte musical en conexión con el Arte Real.
¿Qué te inspira para escribir?
Escribir, para mí, es una manera de hablarme y de entrar con reflexión y sin meta-análisis en mí mismo. Es un diálogo conmigo mismo en el que “me” cuento, me pregunto y me pongo en duda. La inspiración es sin duda el amor por el conocimiento y el humanismo en el que todo tema es razón de ensalzamiento de lo humano. Cualquier pequeño detalle, cualquier argumento, cualquier estímulo se merece la atención de nuestro cerebro y de nuestro corazón (y, diría, también de nuestro estómago) para encadenar un discurso que nos subraye el hecho de que la humanidad puede vivir sin máquinas, pero las máquinas no pueden vivir sin humanidad.
¿Y la música?
La Música es en sí la esencia de la Humanidad: del pensamiento y del sentimiento humano. Es extemporánea, vive sólo en el momento en el que se interpreta y no puede ser enlatada –los músicos sabemos muy bien cuán difiere una interpretación en directo de una en disco–. La música sólo vive en su paso temporal, y no admite vuelta atrás. Es transmisión emotiva también de los conceptos racionales. Su lenguaje universal es la apoteosis de lo polívoco, y las múltiples interpretaciones momentáneas por parte de los oyentes son tan diversas cuanto lo son las estrellas que brillan en el cielo. Muchas estrellas que nos mandan su luz ya no están, pero viven en una relatividad temporal que nos demuestra nuestra propia pequeñez.
Tu especialidad es el piano, ¿qué sientes cuando te sientas y tocas ante un público dispuesto a escuchar tus manos?
Siento respeto y deseo, conexión y egregor. Me siento desnudo, pero sin miedo de serlo y de demostrarme tal y como soy. Siento que tengo un mensaje que quiero trasladar a través de palabras, de construcciones armónicas y formas arquitectónicas fijadas por grandes genios. Siento que sin aquel momento en el que doy todo de mí mismo, todo se quedaría en rayas, bolitas y simbolitos que van destiñéndose en un papel amarillento y antiguo.
Tienes una bella página web, www.brennoambrosini.com, ¿qué podemos encontrar en ella?
En un sitio web hay que dar informaciones sobre la actividad artística, y allí hay referencias biográficas, fotográficas y enlaces a audios, videos, grabaciones… en un entorno estético en el que se pueda atisbar una brizna de mi personalidad.
¿Cómo intentarías transmitir un poco de tu pasión por la música clásica a un adolescente?
Haciéndole escuchar mucha música, y de todo tipo, hasta que pudiera enterarse de la vastedad de procedimientos racionales y sentimientos con la que fue generada y que sigue generando –en cada momento, diferentes– en nosotros. Haciéndola amar y odiar, como nosotros nos amamos y odiamos, hasta que pueda entender que sin ella no tendría cabida ninguna existencia.
En la actualidad eres Gran Maestre de la Gran Logia Simbólica Española, ¿qué aporta la masonería a la sociedad actual?
La masonería “aporta” a los masones, y los masones, como seres humanos cada uno en su individualidad, aportan a la sociedad actual. La masonería, estandarte del pensamiento libre, que no libre pensamiento, con el fomento de la tolerancia, el respeto, la humildad hacia la tradición y la visión de futuro, da aún más medios para ser ciudadano ejemplar y vanguardista al mismo tiempo. Las herramientas simbólicas de la escuela iniciática refuerzan, a través del gimnasio que favorece la reflexión dialógica, una ética irreprochable fundamentada en los valores universales. Y es tarea del masón propagarlos en la sociedad.
La simbología está presente en nuestro entorno, ¿qué importancia tiene en la actualidad?
La simbología en la sociedad actual se utiliza para la comunicación de mensajes subliminales de influencia de grupos o masas, muchos de los cuales sin fundamento ético. Más bien diría con fines bajo-políticos o de marketing. La simbología en masonería es esencial para la interpretación y la profundización de la realidad y de uno mismo. El estudio primordial para dar fundamento al conocimiento y, sobre todo, a la sabiduría. La simbología en la masonería tiene un propósito diferente y más introspectivo. Cada símbolo tiene múltiples capas de significado y se utiliza para ayudar a los masones a explorar conceptos filosóficos, éticos y espirituales. A través del estudio y la interpretación de estos símbolos, los masones buscan una comprensión más profunda de sí mismos y del mundo que los rodea. Este proceso es visto como un camino hacia el conocimiento y la sabiduría, donde cada símbolo actúa como una llave que abre nuevas perspectivas y entendimientos.

¿Qué piensas de la falta de filosofía en las aulas?
Entiendo, desgraciadamente, el “porqué”: la filosofía (como la masonería) fuerza a pensar y reflexionar; a analizar para sintetizar. Por desgracia, no interesa evidentemente en nuestra sociedad que la gente piense: es ciertamente más útil gente que calcula, no analiza y obedece sin plantearse nada. Por ello, educación, investigación, artes, filosofía –y, diría, humanismo y masonería– no son tan gratos en nuestra sociedad.
¿Falta fraternidad en la sociedad actual?
Creo que sí. Fraternidad nunca sobra, pero desde luego la carrera hacia un individualismo y egocentrismo siempre más marcado demuestra no sólo que falta fraternidad, si no también que va a menos. Unas de las razones de más peso por la que muchas personas acuden a pedir ingreso en las logias es justamente el deseo de poder estar en un ambiente fraterno, opuesto al alienante e inhumano que viven todos los días.
¿Qué significa para ti la palabra libertad?
No significa nada si no está asociada a las otras dos de la triada: igualdad y fraternidad. Demasiado se habla de libertad individual sin tener en cuenta que somo animales bípedos, pensantes y también sociales. Tampoco me vale el concepto de “hago lo que quiero siempre, sin dañar a los demás”, primero porque no se puede conocer el alcance real y en proyección de una acción o pensamiento, y segundo porque la libertad efímera y temporal puede dar un vuelco en momentos sin control y volverse en contra de uno mismo. Hay que reflexionar hondamente en este concepto desde el punto de vista individual y social.
Hace días se celebró el “Día de la Memoria”, homenaje a las víctimas del Holocausto, ¿crees que la sociedad ha aprendido algo de aquella nefasta y terrible etapa de la humanidad?
Creo que la sociedad nunca aprenderá, pero decir eso resulta ser un poco retórico y se viene repitiendo durante siglos y siglos por pensadores, artistas e intelectuales. Lo vivimos todos los días también en nuestra asentada sociedad democrática: desconocimiento de la historia, nulo análisis y, en muchos casos, miradas hacia el otro lado, ley del silencio y cobardía hacen que la historia se repita en sus más malvadas expresiones.
En un hipotético fin del mundo te llaman para pedirte que salves una única obra de arte que perdure, ¿cuál elegirías y por qué?
Desde luego no las enviadas en el Disco de Oro del Voyager. Elegiría como obra musical el último movimiento de la novena sinfonía de Beethoven, y además el Vitruvio de Leonardo da Vinci. Porque el mundo no acaba, pero quizás sí lo haga este mundo. Y el mensaje que tiene que quedar es de fraternidad, fuerza, belleza, armonía, proporciones. Tiene que quedar la sonrisa de la esperanza.
La política es… La religión es…
Partes del ser humano, componentes fundamentales dentro de nuestra sociedad. Cada una con su personal peso en el quehacer diario del ciudadano, la primera afirmaría implicación obligatoria para la vida social, la segunda exclusivamente personal e intransferible.
Un músico que te guste por encima del resto.
Sin lugar a duda, Ludwig van Beethoven.
Una película que te haya marcado.
2001: una odisea del espacio.
Unas palabras para nuestros lectores.
Muchísimas gracias por haberme concedido este espacio. Deseo que, aunque la utopía se aleje de nosotros tal y como se aleja el horizonte para un navegante, algún día podamos decir que estamos más cerca de alcanzarla.
Gracias. Gracias. Gracias.

Una entrevista de Luisje Moyano.
para «Los Putrefactos«